6 de noviembre de 2014

MÁGICO GONZÁLEZ; La mágia salvadoreña que se hizo arte en el Carranza


                                     
   
El fútbol no era para ‘Mágico’ un trabajo, era un deporte donde se divertía e inventaba goles increibles que deleitaban a las gradas del Carranza, que terminaban poblando de pañuelos blancos con cada genialidad del salvadoreño, como si de un torero se tratara.

José Alberto González Barillas, nacido en 1958 en San Salvador, es conocido como el “mago” en El Salvador, y “mágico” en España, donde jugó en las filas del Real Valladolid y el Cádiz, ciudad en la que su arte y fantasía como futbolista llegó a la máxima expresión.

                               
     
 Su trampolín a Cádiz fue sin duda el Mundial España82. En él destacó por encima de muchos un espigado delantero de El Salvador apodado en su país "El Mago". Camilo Liz, el por aquel entonces secretario técnico del Cádiz, quedó encantado con el astro salvadoreño y recomendó su fichaje. No en vano Mágico formó parte del mejor "once" del Mundial (según FIFA), pese a que su selección perdió los tres partidos, marcando sólo un gol.

Comenzó por tanto la temporada 82-83 en el Cádiz(debutando el 11 de septiembre del 82, en un Cádiz-Murcia que acabaría 1-3), donde permaneció dos temporadas. Pero sus continuos avatares fuera del terreno de juego pudieron con la paciencia de Manuel Irigoyen, que para la temporada 84-85 lo cedió al Valladolid, a pesar de su buen rendimiento. Gonzalo Alonso, presidente del club vallisoletano en aquellos años declaró que lo consideraba, después de Maradona, el mejor jugador del mundo.
   

 Pero su paso por el Valladolid fue meramente efímero: allí no comprendieron al Mago ni él se identificó nunca con la ciudad y el equipo. Y pese a haber declarado que Mágico jamás volvería a Cádiz, lo cierto es que en el verano de 1986 fue de nuevo presentado, pero con un contrato muy particular: 700 dólares por partido jugado. El Cádiz se guardaba así las espaldas ante sus conocidas salidas nocturnas.
         
Mágico y Sandokán, dos míticos del Cádiz
 En esta segunda etapa cuatro fueron los técnicos que lo tuvieron a sus órdenes: Cardo nunca contó con él, Milosevic lo entendió y acepto como era, Vidal también supo tener mano izquierda con él, aunque se convirtió en su pesadilla: iba tras él muchas noches, parecía su guardaespaldas. David Vidal lo buscaba en las discotecas gaditanas, y Mágico, cuando lo veía, se escondía en la cabina del disc-jockey, donde a veces incluso llegaba a quedarse dormido. Víctor Espárrago, su último técnico en España, supo sacar de él lo mejor que tenía y lo volvió a poner en la cumbre.
           
       
Pero sus historias no siempre eran malas. Siendo entrenador Benito Joanet, Mágico se quedó dormido y se olvidó de presentarse a la semifinal del Trofeo Carranza. El salvadoreño se presentó en el descanso en el estadio, y el técnico decidió ponerlo, con 0-1 a fa del Barcelona, rival de los locales. El Mago se convirtió en el revulsivo: marcó dos goles y dio los otros dos para que el Cádiz goleara a los catalanes.
       

Un 6 de junio de 1991 abandonó Cádiz por la puerta de atrás. Regresó a su país, y se enroló en las filas del FAS, su otro equipo de toda la vida, donde estuvo jugando hasta 1996. Pero el Mago no estaba dispuesto a colgar las botas.
     

 Probó suerte en el extranjero, y en 1998 fue llamado por el seleccionador de El Salvador para disputar un torneo amistoso. El partido de su adiós fue ante la selección de Brasil, en el que jugó los últimos 23 minutos, aunque no pudo evitar la goleada que sufrió su equipo. Pero eso era lo de menos, el Mago colgaba definitivamente las botas.


Fue en febrero del 2001, aunque la causa no era precisamente para alegrarse: Mágico vino para jugar un partido amistoso para recaudar fondos para los damnificados del terremoto que asoló El Salvador en enero del mismo año. El partido fue todo un éxito. Cádiz entera se volcó para recibir a su ídolo, y se consiguieron recaudar 11 millones de pesetas. El Mago no daba crédito al recibimiento, no se lo esperaba, y Cádiz le dio el tributo que no se llevó en el 91. Tres generaciones de cadistas se dieron cita para reverenciar al mayor jugador que ha tenido este humilde club.
       

En su carrera profesional tuvo tentadoras ofertas, como la del PSG o el Atalanta, e incluso llegó a hacer la pretemporada con el F.C. Barcelona, pero su manera de entender la vida, y la etiqueta de ‘diablo’ que tenía fuera de las canchas, no encajaba con ningún club. Menos en Cádiz donde cada domingo vestido de amarillo se disfrazaba de santo, o de Maradona, para sorprender a todos con su magia, mientras se le perdonaba en las gradas del Carranza cualquiera de sus pecados terrenales.
‘Mágico’ era un futbolista diferente en todos los aspectos, una persona que no rehusaba vivir la noche más que el día, dormirse en cualquier lugar (como un banquillo) o acudir tarde a los entrenamientos, pero esta indisciplina la compensaba con una clase infinita, un repertorio de regates talentosos y jugadas maradonianas que sólo están a la altura de los astros del fútbol mundial.








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